Clemente Marchisio nació en Racconigi el 1 de marzo de 1833, en una familia profundamente cristiana, ya desde pequeño sintió la llamada del Señor para hacerse sacerdote y en 1856 recibió el sacramento de la orden.
Desde ese momento hizo de su vida un don para los demás, comprometiéndose en el cuidado de las almas y en la predicación. Con ardiente fervor, indómito valor y gran entusiasmo siguió el proyecto de la Divina Providencia que le dio a conocer las grandes plagas de la sociedad, al igual que a otros sacerdotes contemporáneos suyos: Juan Bosco, José Allamano y otros.
En 1860 fue nombrado Párroco en Rivalba. Tras algunos años de vida en la parroquia, con algunas dificultades, piensa en reunir a algunas jóvenes para formarlas y así que en un futuro puedan llegar a ser directoras en las fábricas textiles promoviendo una vida con sanos principios cristianos.
Sin embargo, más adelante, durante las misiones se da cuenta, con dolor, de que las iglesias, las sacristías, las vestiduras sagradas no son como tenían que ser y no son dignas del Señor y, sobre todo que la materia del sacramento de la Eucaristía, la que usó Jesucristo, es decir el pan de trigo y el vino de vid, no siempre es genuina y por tanto válida para la celebración. Cambia así su objetivo primordial. Reúne a un primer grupo de monjas y les propone que se dediquen al Señor presente en la Eucaristía para que sea loado, servido y sobre todo amado. Dice a las monjas:
“Os llamaréis Hijas de San José, porque al igual que este gran santo, tenéis que ser las GUARDIANAS de Jesús Sacramentado, llevando una vida santa a imitación de la Sagrada Familia de Nazareth. Ese será vuestro espejo, tratando de practicar las virtudes que se encuentran en esa Santa Casa ”